24.3.22

Te digo que no sé - Distinto (4)

"Las relaciones humanas son complejas", dijo nunca nadie, ¿no?. Me temo que es cierto, son complejas, raras, complicadas... Y es que hay, al menos, 3 problemas que de manera casi patológica tendemos a repetir: 1) Criamos sentimientos con fecha de vencimiento; 2) No somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos; 3) No decimos todo lo que sentimos, ni sentimos todo lo que decimos. Estos 3 problemas se combinan de tal forma que acaban por lograr que la relación se contamine, se enferme y finalmente estalle en pedazos dejando heridos y destrucción por todos lados.

Como si las relaciones humanas no fueran lo suficientemente complejas, llegaron a nuestras vidas las redes sociales. ¿Se pueden sentir "cosas" con sólo conocer a una persona por medio de pantallas y mensajes, a muchísima distancia?


 ¿Yo te agregué? 

 Antes de que me preguntes de dónde te saqué, te digo que no sé 

 Ok... Entonces arranquemos con un "buen día" 


Así empezó todo con ella. De inmediato, a la distancia, sentí que había algo entre nosotros, casi como si nuestros nombres estuvieran escritos juntos en algún rincón de la tierra. Al poco tiempo no supe más de ella.

Tiempo después reapareció, casi como la primera vez. Desde allí todo fue como dice la canción: "nos empezamos de golpe, nos saboreamos de prepo, como salidos de un cuento de amor". Podría decir que la relación fluyó, pero fue más bien como ser arrastrado por la corriente de un río que finalmente se fusionó con el mar, incluso hasta ser como el propio mar: a veces calmo, a veces bravo, pero siempre en constante vaivén. Sufrí todas sus idas, amé todas sus vueltas, como las olas que acarician la arena, y en cada regreso ella me repetía: "Antes de que me preguntes, te digo que no sé"... Me robaba las preguntas, me negaba las respuestas, y yo, ahogado en su belleza, hacía como si no me importara.

- Estás rara. ¿Pasó algo? - pregunté

- Hoy pase el día con el papá de mi nena y pensé que si te enterabas me ibas a odiar.

- Yo no te puedo odiar - dije con una leve sonrisa. - Además, sé que tenés que pasar por ese tipo de situaciones cada tanto, y no es como si hubiera pasado algo entre ustedes, ¿no?

- No... NO... ¡Nunca!

- Entonces no pienses que yo te voy a odiar - dije sincerándome. - Eso no va a pasar. Según lo veo, él nos quitó mucho... Quiero decir, dentro de mí siento que él me quitó mucho, y no voy a dejar que me afecte más allá de eso.

- No entiendo. ¿Qué te quitó?

- Me quitó ver tu carita de miedo y nervios al contarme que estabas embarazada; me quitó la oportunidad de sonreírte y que se me ilumine la mirada al decirte que me encantaría que tenga tus ojos; me quitó el estar siempre a tu lado para calmar tus miedos de primeriza o para compartirlos con vos; me quitó el mimarte y acompañarte en todo; el estar nervioso y feliz por ese primer hijo; las discusiones por el nombre y hasta la simple oportunidad de estar ahí, con vos. Me habría gustado estar en su lugar y hacer todo distinto... En alguna medida siento que me perdí de todo eso que él pudo tener, y algo de envidia le tengo.

Sus ojos se inundaron de respuestas y cosas que (sospecho) me quería decir. Recordé las olas, el mar, el inevitable vaivén.

- Y antes de que me preguntes - dije con una suave sonrisa escondida entre mi barba. - te digo que no sé.

El tiempo es tirano y ella es peor aún. Ella siempre fue como el mar, como las olas, y al igual que las olas, se fue. Durante un tiempo esperé a que vuelva, solo, hasta que los cangrejos me pellizcaron los pies. La tristeza y el dolor me abrazaron y me hicieron pensar que quizás, sólo quizás, merezco algo un poco mejor... o, cuando menos, algo distinto.

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