27.3.22

Cuatro hielos - Distinto (5)

El buen gusto por la música se hereda, o al menos eso dicen las voces que susurra el viento. El buen gusto por la música se hereda, pero a apreciar los sonidos se aprende, no es algo que nos viene dado, sino que se trata de una habilidad que se practica casi a diario.

Esa noche había música de fondo, apenas solapada por el murmullo del caucho rodando sobre el asfalto. La ruta de noche se vuelve atractiva y misteriosa, se muestra seductora, insinuante, con el peligro y la duda de lo que puede aparecerse dentro del halo de luz que se proyecta en el pavimento. La ruta de noche resulta inquietante, pero también te regala la paz que, como un bálsamo sobre los pinchazos en tu pecho, transmiten las estrellas del cielo y las eventuales luces del camino. La buena compañía ayuda en cualquier viaje, dos bellas mujeres venían conmigo, cantando y riendo; pero este viaje no era cualquier viaje, porque en esta ocasión, la ruta -y lo que sucede en sus orillas- no era el camino sino el destino.

Como si estuviera bajo la spotlight de un escenario, un solitario comedor se mostraba rodeado de oscura nada, a un lado de la ruta. Camiones de distintos tamaños y apagados colores dibujaban una corona flanqueando la entrada al lugar, guardianes de metal, custodios de la puerta de su Edén. Un cartel de neón sobre la gigantesca entrada repetía, casi como con un eco silencioso, el nombre del lugar que figuraba en un inmenso poste para que se viera a la distancia, una palabra: “Diner”. Desde las gigantescas ventanas se veía una barra de madera salpicada del rojizo resplandor de las luces y los colores del lugar; sobre la esa barra se leía en unas letras fileteadas el nombre de su propietario: “Manolo”.

Entramos al lugar entre risas y chistes internos, quizás algunas palabras con doble sentido. Uno de esos hermanos que me dio la vida me recibe con un fuerte y sentido abrazo, el propio Manolo ahora saluda a las damas, les regala algún piropo, y nos enseña la mesa que celosamente nos había reservado.

- ¿Qué tal preparan el fernet acá? -. Pregunté disimulando un ruego.

- Noooo, Nacho, acá primero vas a probar mi gin-tonic. ¡Te va a volar la cabeza! Jejeje - Soltó en tono jocoso - Y para ustedes también hay -. Agregó guiñando un ojo.

Trajo cuatro gin-tonics y se sentó con nosotros en la mesa, su sabor delataba un toque especial, Manolo decía que eran los cuatro hielos, pero yo creo que era jengibre. Por un momento todos los sonidos que nos rodeaban desaparecieron y fuimos sólo nosotros, cuatro amigos disfrutando de la presencia de los otros.

- Tengo ganas de que reversionemos algunas rolas, hermano… y después improvisamos algo, ¿te sumás? -. Me preguntó mi amigo.

- ¡Ni lo dudes! -. Contesté.

Varios tragos y algunas notas después, cuando el humo volvía a abrazar la mano de Manolo, bajamos de ese pequeño escenario lleno de instrumentos a disposición. Nos esperaban un par de sonrisas radiantes y ojitos brillosos, unos tragos recién preparados y cuatro hielos en cada vaso.

A dos mesas de distancia un sujeto, un poco más bajo que el promedio, de contextura robusta y tambaleo etílico, se pone de pie y comienza a gritarle a su esposa. Insultaba y amenazaba a cuanta persona lograba fijar con su nublada vista. En un arrebato de violencia toma un cuchillo y lo clava con firmeza en la mesa, frente a su esposa; esta escena nos expulsó a mi amigo y a mí de nuestros asientos y nos dispusimos abalanzarnos sobre él, mas nos contuvimos al ver que se alejaba de la mesa. Manolo le hizo un gesto a quien atendía la barra y éste redirigió la seña a dos mozos, como si pidiera refuerzos; los 3 juntos se aproximaban al violento que sólo atinó a subirse al escenario de un salto, posicionarse detrás del piano, tomarlo por debajo y amenazar con tirarlo. Claramente adivinó las intenciones de quienes intentamos abordarlo. Los ojos de mi amigo salían de sus órbitas y quienes pretendían detenerlo aceleraron el paso, esto provocó la reacción del violento que, sin pensarlo dos veces, arroja el piano, salta del escenario y huye por la puerta corriendo.

En pocos segundos las risas y los tragos se convirtieron en pasado. Mi amigo juntaba teclas de piano del suelo con el rostro inescrutable. El joven que atendía la barra se acercó a Manolo para avisarle que no lo pudieron encontrar.

- La mayoría de nuestros clientes son camioneros, y la mayoría de ellos son clientes frecuentes. Que se corra la voz: recompensa a quien lo encuentre y me lo traiga -. Los ojos de Manolo eran sólo comparables con los de algún salvaje depredador impaciente por hacerse de su presa, inyectados de sangre, irracionales.

Pocos minutos después, mi amigo y yo atravesábamos la puerta con la cabeza en alto, la mirada a la distancia, buscando vida en la oscuridad que nos rodeaba. Bastaron unos instantes para distinguir una silueta, como la del violento cliente, que corría en dirección al oeste, a una importante distancia, bañada por un breve momento por una luz blanca, como la de un flash, mas se trataba de los faros de un camión tomando una curva a gran velocidad.

De los eventos de aquella noche no hablamos más, por primera vez nos dejó iguales algo que debió hacernos distintos. La historia se enfrió con la velocidad con la que se olvidan los sueños. Yo aún recuerdo haber visto a una mujer dejando caer un vaso, con un sorbete y, por supuesto, cuatro hielos.

26.3.22

Sin dudas

"Yo aun sabiendo que mentías me callé
Y me preguntas si te amé"

"¿Lo ves?" de Alejandro Sanz


Aún no sé bien de dónde saqué esa odiosa costumbre de mirar al pasado, es decir, soy de los que sigue adelante de manera empecinada, terco, cabeza dura, me levanto y sigo, pero tengo esa maldita manía por mirar atrás y preguntarme "qué hubiera pasado sí..." como si todo dependiera de mí. Quizás hasta dedico unos minutos a fantasear con la idea de que si hubiera hecho algo de otra manera mi presente sería otro (mejor, supongo), y paso por alto el hecho de que quizás no dependía de mí, quizás era algo inevitable, quizás la otra persona no sentía lo mismo y eso no iba a cambiar haga lo que haga, quizás simplemente no era momento ni el lugar, quizás las cosas pasan por algo. ¿Cuántas veces nos han dicho "vos seguí subiendo, no mires abajo"? Tal vez, nuestra cabeza inconscientemente nos lleva hacia donde nuestros ojos se posan, tal vez esa sea la función de nuestros ojos: fijar la meta. En este hilo de ideas, mirar atrás o hacia abajo, nos aleja de nuestra meta. Habrá que aprender a seguir adelante perdonando el pasado, sin olvido, pero también sin rencor, sin reproches... sin dudas.


Te amé

I

Me conozco todas tus mentiras

y casi todo aquello que callas,

cambie mis versos por heridas

¿y me preguntas si te amaba?

II

Hice míos tus mil demonios,

hice mías todas tus batallas,

lloraste mares sobre mi hombro,

¿y aún no entiendes que te amaba?

III

Me creí cada tonta excusa,

oí de besos que te robaban,

caí ciego en trampas tuyas

¿y vos dudabas que te amara?

IV

Asumí errores que son de otro,

me enfrenté a tus fantasmas,

yo quise sanar tu corazón roto

¿no era obvio que te amaba?

V

Cambié mis sueños por los tuyos,

renuncié a todo lo que añoraba,

te entregué las llaves de mi mundo,

¿y acaso olvidaste que te amaba?

VI

Te juré a gritos mi amor eterno

aun sabiendo que tú jugabas,

veía tu rostro en blanco y negro

¿y ahora preguntas si te amaba?

 

Besos y abrazos varios.

NACHO

24.3.22

Te digo que no sé - Distinto (4)

"Las relaciones humanas son complejas", dijo nunca nadie, ¿no?. Me temo que es cierto, son complejas, raras, complicadas... Y es que hay, al menos, 3 problemas que de manera casi patológica tendemos a repetir: 1) Criamos sentimientos con fecha de vencimiento; 2) No somos conscientes de lo que tenemos hasta que lo perdemos; 3) No decimos todo lo que sentimos, ni sentimos todo lo que decimos. Estos 3 problemas se combinan de tal forma que acaban por lograr que la relación se contamine, se enferme y finalmente estalle en pedazos dejando heridos y destrucción por todos lados.

Como si las relaciones humanas no fueran lo suficientemente complejas, llegaron a nuestras vidas las redes sociales. ¿Se pueden sentir "cosas" con sólo conocer a una persona por medio de pantallas y mensajes, a muchísima distancia?


 ¿Yo te agregué? 

 Antes de que me preguntes de dónde te saqué, te digo que no sé 

 Ok... Entonces arranquemos con un "buen día" 


Así empezó todo con ella. De inmediato, a la distancia, sentí que había algo entre nosotros, casi como si nuestros nombres estuvieran escritos juntos en algún rincón de la tierra. Al poco tiempo no supe más de ella.

Tiempo después reapareció, casi como la primera vez. Desde allí todo fue como dice la canción: "nos empezamos de golpe, nos saboreamos de prepo, como salidos de un cuento de amor". Podría decir que la relación fluyó, pero fue más bien como ser arrastrado por la corriente de un río que finalmente se fusionó con el mar, incluso hasta ser como el propio mar: a veces calmo, a veces bravo, pero siempre en constante vaivén. Sufrí todas sus idas, amé todas sus vueltas, como las olas que acarician la arena, y en cada regreso ella me repetía: "Antes de que me preguntes, te digo que no sé"... Me robaba las preguntas, me negaba las respuestas, y yo, ahogado en su belleza, hacía como si no me importara.

- Estás rara. ¿Pasó algo? - pregunté

- Hoy pase el día con el papá de mi nena y pensé que si te enterabas me ibas a odiar.

- Yo no te puedo odiar - dije con una leve sonrisa. - Además, sé que tenés que pasar por ese tipo de situaciones cada tanto, y no es como si hubiera pasado algo entre ustedes, ¿no?

- No... NO... ¡Nunca!

- Entonces no pienses que yo te voy a odiar - dije sincerándome. - Eso no va a pasar. Según lo veo, él nos quitó mucho... Quiero decir, dentro de mí siento que él me quitó mucho, y no voy a dejar que me afecte más allá de eso.

- No entiendo. ¿Qué te quitó?

- Me quitó ver tu carita de miedo y nervios al contarme que estabas embarazada; me quitó la oportunidad de sonreírte y que se me ilumine la mirada al decirte que me encantaría que tenga tus ojos; me quitó el estar siempre a tu lado para calmar tus miedos de primeriza o para compartirlos con vos; me quitó el mimarte y acompañarte en todo; el estar nervioso y feliz por ese primer hijo; las discusiones por el nombre y hasta la simple oportunidad de estar ahí, con vos. Me habría gustado estar en su lugar y hacer todo distinto... En alguna medida siento que me perdí de todo eso que él pudo tener, y algo de envidia le tengo.

Sus ojos se inundaron de respuestas y cosas que (sospecho) me quería decir. Recordé las olas, el mar, el inevitable vaivén.

- Y antes de que me preguntes - dije con una suave sonrisa escondida entre mi barba. - te digo que no sé.

El tiempo es tirano y ella es peor aún. Ella siempre fue como el mar, como las olas, y al igual que las olas, se fue. Durante un tiempo esperé a que vuelva, solo, hasta que los cangrejos me pellizcaron los pies. La tristeza y el dolor me abrazaron y me hicieron pensar que quizás, sólo quizás, merezco algo un poco mejor... o, cuando menos, algo distinto.