Hace mucho tiempo atrás, tenía un amigo que me repetía que él sabía perfectamente a quién le dedicaba mis poemas... es más, él decía que conocía perfectamente a esa chica........ yo se lo negaba. Él, tiempo después, tuvo una historia con ella.... "¿Cuándo la conoció? ¿Cómo? ¿La vio antes que yo? ¿Cuándo se enamoró de ella?"... eran preguntas que nunca pude responder y que jamás me atreví a hacer... tampoco sé si importan demasiado.
De esto pasó mucho tiempo. Hace unos días nos volvimos a encontrar... él estaba de paso por esta olvidada ciudad y nos tomamos una cerveza para ponernos al día. Tras haber hablado de fútbol, trabajo, política y la vida misma, caímos en el tema "mujeres".... todo parecía ser un embudo que nos iba a llevar a un tema que, quizás, ambos queríamos evitar: ella.
- ¿La seguís amando? - Me preguntó él como invocando su presencia de la nada.
- ¿A quién? - Le pregunté.
- Vamos, los dos sabemos de quién hablamos... yo ya te lo dije: me dí cuenta hace mucho tiempo de que vos también la amabas.
- Sí, lo sé... no te voy a mentir, ya no tiene sentido... era ella, pero ya no... no siento nada por ella.
- ¿Alguna vez se lo dijiste? ¿Le dijiste lo que sentías? ¿Que siempre fue ella, cada escrito, cada dibujo, cada canción... siempre fue ella?
- No, jamás. ¿Y vos? Quiero decir... me imagino que algo así le dijiste, pero me refiero a que si le contaste de mí.
- No, pero imagino que ella lo sabe...
- Gracias, es bueno saber que hay ciertos códigos entre nosotros.
- jajaja... ¡ME OFENDE! ¿Lo dudaste alguna vez?
- Convengamos que ella siempre te pudo, incluso al punto de cambiarte cualquier código.
- Dejémoslo ahí. ¿Así que la superaste?
- Ya lo dijo Lawrence Durrell: "Hay sólo 3 cosas a hacer con una mujer. Se puede amarla, sufrir por ella, o convertirla en literatura"... yo creo que en la mayoría de los casos se hace una combinación de las 3. La primera y la segunda, la primera y la tercera, la segunda y la tercera, o las 3 juntas. Los 2 sabemos que hice, cuando menos, la segunda y la tercera.
- ¿Por qué nunca le dijiste nada?
- Porque ya conocía la respuesta. Vos también.... Y a veces, amigo, es mejor alejarse de la mina antes de intentar desactivarla.... En serio, hoy creo que fue lo mejor. Ella me regaló inspiración, yo le regalé mis palabras y mi voz.... Y al final del día, la pregunta es: ¿quién puede perder lo que nunca tuvo? - El tema quedó ahí. De la pizza no quedó ni rastro y de las cervezas menos. Pagamos, nos despedimos con un fuerte abrazo y nos fuimos cada uno por nuestro lado. Lejos, muy lejos; siendo distintos, muy distintos; pero conscientes de que habíamos amado a la misma mujer.
7.6.13
4.6.13
¿Va a querer algo más? - Distinto (2)
La lluvia
transmite algo… la lluvia tiene ese algo que se mete en la piel o entra por las pupilas, que te
contagia, te cambia el humor, que te hace pensar y ver todo de otra manera. Al principio, a ese algo, le decimos "frío" o "fresco",
incluso le decimos "respiro" cuando estamos en verano, porque la lluvia normalmente acarrea un descenso de la temperatura; con el tiempo le decimos "tristeza", luego "melancolía", y terminamos por concluir que es un cierto "romance"… eso es lo
que nos transmite, las ganas, el sentimiento, la predisposición a estar
enamorados. La lluvia conduce esos sentimientos, el agua es conductora y arrastra (como limpiando) todo eso que sentimos y como que nos empuja a sentirnos enamorados.... es que nos invita a detenernos a meditar, a sentir y, por qué no, a ponernos un poco románticos… He ahí el romance que nos regala al lluvia. Algunos nos damos cuenta
de esto, y otros simplemente ven a la lluvia como lluvia y nada más.
Comúnmente se asocia la lluvia a las lágrimas, a la pena, a la nostalgia, a la introspección, a las ganas de encerrarnos, al frío, a ese “aroma a tierra húmeda”; es que todo eso nos obsequia la lluvia si lo queremos aceptar; y, si no, simplemente nos moja y ya.
Comúnmente se asocia la lluvia a las lágrimas, a la pena, a la nostalgia, a la introspección, a las ganas de encerrarnos, al frío, a ese “aroma a tierra húmeda”; es que todo eso nos obsequia la lluvia si lo queremos aceptar; y, si no, simplemente nos moja y ya.
Un día como
hoy, pero mucho más gris y hace algunos años atrás, la lluvia simplemente me
mojaba. Me contagié con las ganas de buscar calor y de encerrarme, así que me
refugié en un bar y me pedí un café. El lugar era añejo, cálido, con olorcito a
pueblo; mucha madera, mucho bronce y el ventanal a mi derecha que me
regalaba la imagen de la plaza ubicada justo enfrente del bar. Cruzando la plaza pude
ver cómo salía del registro civil un flamante matrimonio rodeados de sus
familiares y amigos. “Día gris para
casarse”, pensé. No obstante, no me pareció algo triste, sino todo lo
contrario, sería un día íntimo, sólo de ellos dos, ni siquiera se hablaría de
la fiesta, sino de ellos, todo era de ellos, hoy. El cielo los regó con
sensaciones y el color, en un día tan gris, lo pusieron sus sonrisas. “Día gris para casarse, sí, pero qué lindo día
para vivir… para vivir de a dos”, volví a pensar.
- Uno envidia eso, ¿verdad? – Me preguntó
el mozo mientras dejaba frente a mí mi capuccino.
- ¿Casarse? Supongo que sí, hoy sí. Es decir, ¿quién
no envidiaría esa alegría dibujada en sus rostros?
- Me refería a la confianza que se tienen mutuamente. Mírelos, no tienen miedo. Pueden estar nerviosos, pero no tienen
miedo. Confían ciegamente el uno en el otro. Acaban de decirle a todos, y con testigos,
que ellos no sólo están dispuestos a morir por su "alma gemela", cosa que es fácil y que
hace cualquiera, sino que ellos están dispuestos a VIVIR por el otro. Ahora están
unidos, unieron sus vidas.... y eso debería dar miedo... ¡mucho miedo!. Pero ellos se
aventuraron a lo incierto, juntos, y sin temores. Como saltar de un precipicio
con la seguridad de que nada le va a pasar porque alguien le juró que nada le
pasaría. Eso es envidiable, ¿no?
Asentí con
la cabeza, sonreí y volví a mirar a la feliz pareja. Se besaban como si nadie más
existiera... y no había nadie más...
- Sí, es cierto.- Atiné a responder.
- Desde aquí veo como mucha gente se casa,
pero no todos los días uno logra ver a un par de románticos dementes atravesar
esto sin miedo, confiando tan ciegamente que uno puede notarlo incluso a 100 metros de distancia
- Su mirada dejó de cruzar la plaza y me miró a mí.- ¿Va a querer algo más?
- No… bueno, sí: la cuenta, por favor. ¿Cuánto
le debo?
….
Pagué,
terminé mi café y me fui. Ese fue, quizás, el mejor café que tomé en esa semana.
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