El tema de los sueños es recurrente en poemas y canciones, de hecho, ocupan un lugar preponderante en la historia de la humanidad desde siempre; grandes inventos, obras de arte, estrategias de guerra, premoniciones y hasta mensajes divinos surgieron de los sueños. Particularmente me sucede que formo parte de ese pequeño grupo de personas que recuerda mucho de lo que sueña; y estudios han revelado que tenemos de 4 a 7 sueños por noche, de los que, con suerte, recordaremos 2 de los sueños que tuvimos, asimismo, olvidamos la mitad de ellos a los primeros 5 minutos de despertar, es más, luego de 10 minutos el 90% de cada sueño habrá desaparecido y sólo recordaremos un 10% de lo que en realidad soñamos; por eso, sabiendo esto, aprendí que es bueno tener algo a mano para dejar registrado el sueño (un papel, un grabador, el celular, etc.) y así llevar un registro de los sueños que quiero recordar. Cuando soñaba con ella, solía registrar los sueños íntimos (que eran los que más disfrutaba), pues el placer se volvía éxtasis tan fuerte como el que se experimenta en la realidad, las sensaciones de tacto, gusto y aroma eran extremadamente reales, incluso podría describir a qué sabía su boca o qué temperatura tenía su cuerpo. Con ella tuve muchísimas cosas, entre nosotros definitivamente pasó de todo, pero nunca lo que sucedía en mis sueños.
A los largo de las noches, los oniros (las mil personificaciones de los sueños) venían a dejarme sus fantasías más salvajes, su lado más sensual, su desaforada lujuria. Como era de esperarse, en mi plano somnoliento ella ocupaba el rol principal, el centro, el eje, la protagonista; mas al despertar parecía que estábamos en páginas distintas de libros completamente diferentes, y al mismo tiempo, hechos el uno para el otro. Pienso que en algún plan divino, quizás en el mundo de los sueños, estábamos destinados a estar juntos mientras nos quede alma y vida, pero -como dije en alguna otra ocasión- la crueldad de los sueños, su castigo, su morbo, está en tener que despertar.
Poco a poco fui entendiendo que, por decisión más de ella que mía, lo nuestro sólo quedaría en mis sueños, los planes a futuro, los proyectos juntos, la vida que habíamos deseado, se fue disfrazando gradualmente de utopía... y finalmente eso se volvió.
Ella se aferró a la distancia y se alejó. Yo aprendí a sufrir por ella, a extrañarla, y a volverla literatura y trazos de grafito. De tanto en tanto, los oniros, liberan sus mejores ratones en mi cabeza y no me dejan más opciones que soñarla.
Así yo te cargo en mis sueños,
así es como te resto al olvido,
así es como tonto me empeño
en tenerte para siempre conmigo.
Así, un dibujo inverecundo para un poema insolente.
Utopía
I
¿Cómo matar un sueño recurrente?
¿Cómo negar lo que otrora fuimos?
¿Cómo apagar el leño candente
que a fuego de piel encendimos?
II
¿Cómo puedo aislar el nosotros
que sin querer nos hicimos?
Si quisimos hacernos de todo,
si juntos nos quiso el destino.
III
Si hubo amor, pasión y deseo,
un futuro que nunca nos dimos,
nos sobraron distancias, secretos,
y algunas dudas bajo tus anillos.
IV
Yo aún ansío, a espaldas de Febo,
saber tu sabor, morder de tu carne,
marcarte la piel, dulce recuerdo,
robarte lágrimas que griten “no pares”.
V
Beber ese néctar de entre tus dedos,
catar esa miel que gotean tus labios,
borrarte dudas, arrancarte miedos,
y enajenarte en descalzos vibratos.
VI
Quitarte de a besos todas las palabras,
entregarte mi piel en dos mil rasguños,
hacer que mi todo se vuelva tu nada
mientras la cama se arruga en tu puño.
VII
Sentir tu roce sangrar mis heridas,
sentir tu soga ciñendo mis brazos,
sentir tus rincones dándome salida,
tatuar tus caricias en un vivo morado.
VIII
Contarte los pulsos entre mis falanges,
que tu lengua intrusa sondee mi boca,
se aprieta la asfixia que tanto extrañaste
y que por salvajes a los dos nos provoca.
IX
Mi garra de gigante se ajusta al cuello
mientras cuenta el aire que se te agota,
el que se te escapa entre tantos jadeos,
por el placer que sabes que tanto adoras.
X
Ruegas sumisa que no me detenga,
¿cómo es que soy tuyo si yo te poseo,
si tu voluntad es lo que yo quiera
y tu sumisión es de cuerpo entero?
XI
Cual vil incubo me sientes por dentro,
todo ruido se pierde ya entre la niebla,
hay un ronco clamor, se aferra a tu pelo
y que lejos de irse pide que te vengas.
XII
¿Será que el deleite no habita el olvido,
que los sueños acosan noches en fantasía,
que vuelan sombras, se confunden oniros,
y que algún descuido despierta utopías?