5.4.20

De mis demonios

"Los ángeles lo llaman placer divino; los demonios, sufrimiento infernal; los hombres, amor."
Heinrich Heine


"Long time no see", dicen los norteamericanos. He vuelto. En todo este tiempo me he cruzado con un par de nuevos demonios (personales y no tanto) y a los demonios hay que enfrentarlos (dicen los que saben), y de enfrentarlos -a veces- uno queda alicaído, golpeado, con unas cuantas cicatrices y unos torpes poemas que sangran sobre un blanco papel o un negro teclado. Con un poco de suerte (o desgracia, según cómo se mire) tal vez nos queden sus rostros plasmados en grafito y algún que otro recuerdo; recuerdos que como las cicatrices nos recuerdan que hay errores que duelen demasiado y que no valen la pena. De tanto en tanto es prudente guardar los recuerdos que nos quedan, por si a caso nos volvemos a encontrar con aquellos demonios, no sea cosa que nos olvidemos del daño y que nos dejemos seducir -una vez más- por sus hipnóticas mentiras y sus peligrosas curvas.
La mancha de grafito sobre el papel -no me atrevo a llamarlo dibujo- es el recuerdo de lo mucho que dolió, esa mancha que adjunto es la cicatriz que conservo de advertencia por si me la vuelvo a encontrar. Además de esos trazos de mis lápices, me quedó un poema con una métrica rara y un significado que cambia según el lector, se los comparto:

Demonios
I
Ya ves, aquí estoy escribiéndote otra vez
y es porque al fin te he dejado de soñar,
puedo decir que finalmente me desperté
a mi oscura, cruda e innegable realidad.
II
Ya ves, hoy abrí el libro de tus mentiras,
leí en silencio los capítulos tu cruel ficción,
y en él me vi encarnando al protagonista
de tu negra comedia, tu tragedia, tu traición.
III
Ya ves, que yo aterrado me vi deshecho,
ya vacío en mi pecho, sin poder entender
cómo tu veneno me quemó por dentro,
cómo no vi mi tormento vestido de mujer.
IV
Ya ves, entre tus dedos se fue lo nuestro,
sin saberlo estaba ciego creyendo poder ver,
y sobre mis manos me encontré los restos
de tus promesas, mis deseos y mi estúpido querer.
V
Ya ves, jugué tu juego y quedé en el suelo,
me lanzaste al fuego como a un soldado de papel,
vos me trataste como a un feo perro callejero
y sin ni un “no te quiero” me arrancaste de tu piel.
VI
Ya ves, me usaste, tiraste y usaste de nuevo,
fui otro corazón descartable para tu divino placer,
demonio, me llevaste hasta tu propio infierno,
de mis sueños escapaste para en pesadillas volver.
VII
Ya a la distancia pienso que debo decirte
que hubo tres cosas en las que tuviste razón,
en que no sos para mí, que nunca lo fuiste,
y que yo me merezco a alguien mucho mejor.
VIII
Ya ves, no tengo rencor, y sí algunos celos,
mas no me paseo diciendo que te superé;
ya ves, me hiciste daño y ya no te quiero,
y si preguntas yo creo que no te perdonaré.
IX
Y ya ves, nada me hirió más que tu recuerdo,
y por eso aún lo conservo en esta mesa de luz:
pues no quiero olvidar, si algún día te encuentro,
que he conocido demonios más piadosos que tú.

Besos y abrazos varios (léase: saludo a la distancia por el COVID-19)


NACHO